lunes, 4 de marzo de 2013

Vivir sin amar, es como nunca haber nacido.

¡Que vida más cruel! Dos pies que le servían para recorrer los caminos que quisiera, dos manos y veinte dedos para percibirlo todo como si fuera suyo, un par de ojos miel para grabar todo en la memoria, una libertad infinita ¡Que vida tan triste! Una casa que reflejaba el sol en cada una de sus mil ventanas, una cama grande que calentaba como brazos de oso, trescientos pares de zapatos tan variados como las docenas de flores plantadas en su jardín. Que vida tan marchita la de ella, con cientos de personas a su al rededor, que con su sonrisa vacía provocaba largas conversaciones.
Nadie desearía tener su vida , porque dentro de ella algo oscuro crecía. Una enfermedad invisible que le cubría desde la cabeza hasta sus desnudos pies, había un hueco dentro de su pecho que se sentía del tamaño de un abismo.Nadie había trastocado lo más tierno de su alma, nadie había encontrado la llave del cerrojo, y por si fuera poco el picaporte no existía. No es que no creyera en el amor , no creer era como negar la oscuridad de la noche, pero nunca había podido recrearlo. Un sentimiento tan simple para el ser humano que florece por  instinto era algo tan ajeno a ella que se había resignado a dejar de buscarlo. Pobre de su vida maldecida, ella no sabía que el defecto estaba en que nunca lo había intentado.


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